Obras son amores, que no buenas razones. Antes que perderse en debates fatuos de política pequeña, sesudas “discusiones de bar”, o prolijos procesos burocráticos que acaban en el fondo de los cajones de las administraciones, dos actuaciones han puesto en valor sendas vertientes del ingente patrimonio de Pradoluengo: el industrial y el histórico. Se trata, en primer lugar, del redescubrimiento por parte de Pablo Escudero del Batán de Vizcarraya, aguas arriba del término de La Pasada. En segundo término, de la publicación en la revista “De Computis”, por parte del historiador Juanjo Martín, del artículo titulado, “Contabilidad castellana en la primera mitad del siglo XIX”, que analiza el libro de cuentas del pradoluenguino Manuel Martínez Lerma.
En el primer caso, el
redescubrimiento de los restos del Batán de Vizcarraya realizado por Pablo
Escudero, ha supuesto una grata sorpresa para el patrimonio arquitectónico de
la secular industria textil de Pradoluengo. Erigido a mediados del siglo XIX,
este pequeño establecimiento fue, junto a su coetánea Máquina de los Alfileres,
la demostración del aprovechamiento hasta sus últimas consecuencias, del
potencial del Río Mayor (popularmente conocido como río Oropesa), como
suministrador de energía hidráulica para la industria textil. La labor
desempeñada por Escudero, tiene un mérito enorme, si consideramos que ha sido
llevada a cabo con sus propias manos y sin ningún tipo de ayuda o subvención de
administración pública alguna. El desbroce, limpieza y asentamiento de los
elementos constructivos hallados, ha supuesto un trabajo de muchas horas
robadas al descanso. Entre las estructuras sacadas a la luz, se puede comprobar
la disposición en tejavana del batán, aprovechando al máximo un salto de agua,
con su caucera, rueda hidráulica, pequeño almacén y habitáculo para el
batanero, donde, a pesar de la meteorología adversa, con nevadas que duraban
semanas, debía vivir durante gran parte del año. Sin duda, un hito divulgativo
ejemplar, para que las generaciones presentes y futuras, comprueben la dureza
de las condiciones del trabajo de sus antepasados y la inteligencia que
demostraron para generar riqueza y sobrevivir.
Por su parte, la reciente
publicación del artículo del historiador Juanjo Martín en la Revista Española
de Historia de la Contabilidad, “De Computis”, se basa en la aparición en el
archivo particular de la familia Arana Rupelo, del libro de cuentas del
pradoluenguino Manuel Martínez Lerma, padre del que fuera Arzobispo de Manila,
Gregorio Melitón Martínez Santa Cruz. Su análisis desde los puntos de vista
formal, conceptual y de contenidos, supone el único caso estudiado sobre
contabilidad privada, en el amplio ámbito rural castellano de la primera mitad
del siglo XIX. Este documento, ejemplo del dinamismo económico del Pradoluengo
decimonónico, presentaba un fin eminentemente práctico y una verosimilitud
prácticamente absoluta, al no estar sujeto a supervisiones de estamentos
superiores. Sin lugar a dudas, supuso la piedra angular del trabajo de despacho
de su redactor, quien, a pesar de declarar como actividad principal la de
escribano, diversificó sus negocios en multitud de ámbitos, desde la
fabricación de tejidos, hasta el comercio al por menor, pasando por actividades
financieras y de préstamo, compraventa de lanas, adquisición de inmuebles y relaciones
por toda España.
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