A lo largo del fin de semana, la
escalada de la violencia, en la que grupos de rusohablantes han agredido a los
partidarios del nuevo gobierno de Kiev, ha puesto en alerta a los gobiernos de
Estados Unidos y de la Unión Europea, quienes han confirmado su apoyo al
gobierno ucraniano para mantener la integridad de su territorio.
El antiguo país de los címeros (de
ahí el nombre de Crimea), siempre supuso un espacio codiciado por los pueblos
del entorno, desde el mundo helénico y romano, pasando por los tártaros y
genoveses, hasta formar parte del Imperio Ruso en 1783. La conocida Guerra de
Crimea (1854-1856), así como la Segunda Guerra Mundial, supusieron
enfrentamientos, destrucción y muerte, acompañados finalmente de deportaciones
de tártaros por parte de Stalin, acusados de ser colaboracionistas con los
nazis.
Tras la desmembración de la URSS en
1991, se produjeron tensiones por el control de Crimea entre Ucrania y Rusia,
que han revivido tras los últimos acontecimientos en Ucrania que acabaron con
la huida del presidente Yanukovich y la llegada de un gobierno prooccidental.
Lo deseable sería que la tensión
diese paso al diálogo de las partes, y que los actores implicados consideren la
potencial peligrosidad que supondría, alimentar un auténtico polvorín mediante
una escalada de agravios sumamente peligrosos para la estabilidad de la región.
Imágenes: La Voz
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