El historiador Juanjo
Martín, analiza en el boletín 248 de la Fernán González, la vida de las mujeres
rurales en la zona limítrofe entre La Rioja y Burgos
La
escritora francesa Simone de Beauvoir, afirmaba en su obra “El segundo sexo”,
que la situación legal de la mujer, permaneció inalterable prácticamente desde
el siglo XV hasta el XIX. La filósofa gala, constataba que, durante cientos de
años, tan sólo entre las clases privilegiadas sobresalieron personalidades
fuertes sin distinción de sexos. En su análisis histórico, y específicamente
para el caso de las mujeres rurales, Beauvoir pudo confirmar que en el campo,
las mujeres tomaban parte mayoritaria en
el trabajo, además de ser tratadas prácticamente como sirvientes. Incluso, no
comían en la misma mesa que hombres y niños. Por otro lado, las cargas de la
maternidad, aumentaban sus fatigas y, sus últimos años, se caracterizaban por
la enfermedad y la pobreza.
Con
escasos matices, esta situación es la que se ha encontrado el historiador
burgalés Juanjo Martín, en la investigación que ha realizado sobre las mujeres
rurales del primer tercio del siglo XIX. Analizando los protocolos notariales
de localidades como Cerezo de Río Tirón, Redecilla del Camino, Casalarreina o
Santo Domingo de la Calzada, entre otras, aparecen sometidas a un mundo
dirigido por varones. El autor, que acaba de publicar en el último número de la
revista de la Institución Fernán González, un estudio sobre el tema, afirma
que, “desde su nacimiento, pasando por su niñez y juventud, la mayor parte de
ellas se esforzaban por cumplir con precisión, los pasos uniformes que
desembocaban en el matrimonio, meta final que aseguraba el mantenimiento de la
fortuna y el honor familiares, y siempre con un objetivo prioritario, el de
procrear hijos en número suficiente”. Una de las conclusiones del artículo, es
que la familia, no sólo durante el Antiguo Régimen, sino también en la etapa
liberal, funcionó como una reproducción a pequeña escala de la sociedad, en la
que el marido gobernaba, la mujer administraba y los hijos obedecían.
Según
Martín, “los varones regían también la economía familiar, una vez creada la
nueva casa, dentro de las vecindades de estas localidades de los valles del Oja
y del Tirón”. En concreto, las dotes y aportaciones de las mujeres al
matrimonio, eran regentadas por los maridos, y la llegada a la viudedad,
“tampoco suponía una liberación, ya que era muy común la equiparación de viuda
y pobre”, afirma el investigador. Tras realizar un análisis de las
“curadurías”, maltratos, embarazos no deseados, y promesas incumplidas, que
eran norma común entre las burgalesas y riojanas del primer Ochocientos, Martín
se centra en las capitulaciones matrimoniales, que se firmaban como auténticos
contratos, y donde funcionaban los resortes del patriarcado en el control de
las herencias, así como de los permisos para realizar cualquier gestión por
nimia que fuese, desde una venta hasta una denuncia menor.
En
la actualidad, este prolífico doctor en Historia, al que la UBU no ha renovado
su contrato como profesor, a pesar de su contrastado bagaje en publicaciones,
artículos en revistas y libros, está planteándose el estudio en profundidad de
una documentación particular sobre contabilidad histórica, aparecida
recientemente, y referida a un importante escribano burgalés decimonónico. Por
otro lado, en unión con los investigadores Rufino Gómez y Javier Morrás, forma
un grupo de historiadores, que está analizando el proceso provincializador del
primer tercio del siglo XIX, más en concreto, el que afectó a la delimitación
entre las provincias de Burgos y Logroño.
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